sábado, 14 de marzo de 2009

LA CIUDAD COMO ARTE

A continuación, se dará a conocer un documento relacionado con el tema arte/ciudad, en el cual queremos dar a proyectar la mirada que se tiene de la ciudad desde un aspecto estético, destacando la importancia que tiene para cada uno de los miembros que la habitan, tomando como base algunos imaginarios que se suelen tener de lo que significa ciudad y abriendo miradas más humanas sobré esta.

LA CIUDAD COMO ARTE

ARMANDO SILVA

31 DE DICIEMBRE DE 2007

TEMAS DEL ARTÍCULO: ARTE-CIUDAD

· UNA NUEVA TOPOGRAFÍA

Hasta el momento, por lo general, cuando se trata el tema de la imagen de la ciudad se piensa simplemente en un sentido de inscripción visual, o sea aquello que se consigue por un medio mecánico, como sería la fotografía o el vídeo, que reproduce con alta fidelidad el objeto impreso. Otros asumen que la imagen es el recuerdo de alguna parte sobresaliente de la ciudad, e incluso una fuerte tendencia en el estudio de la ciudad asume que la imagen la constituyen los mojones o referencias de la ciudad. Todos esos puntos son ciertos parcialmente, pero a nuestro entender, no se han desarrollado de manera apropiada los postulados y los criterios para definir qué es una imagen y qué la imagen de una ciudad.

Desde nuestro enfoque queremos proponer como imagen urbana aquella impresión conseguida colectivamente en un alto nivel de segmentación imaginaria de su espacio. Entonces sobreviene la pregunta: ¿de qué manera proyecciones sociales, captadas por distintos medios cualitativos elaboradas sobre una base de creación mental, pueden ser materia para definir personalidades colectivas? ¿Hasta dónde y cómo algunos postulados de las ciencias sociales y del lenguaje pueden hoy ayudarnos a definir los entornos urbanos de un continente en calidad de inscripción imaginaria? Nos interesa pues, sondear un terreno doble: de un lado un objeto social colectivo, los ciudadanos de una ciudad y por extensión de un continente, y del otro, una metodología con unas categorías propias de análisis simbólico. Examinar, así, hasta dónde algunos modelos interpretativos pueden ayudarnos a definir unos espacios marcados, proyectados y construidos por sus ciudadanos. Se trata así, de proponer una teoría estética de lo urbano de la ciudad.

En la ciudad, entonces, ocurren hechos; los construimos como bien puede deducirse de una teoría lógica del conocer. Pera tales sucesos son especialmente, de naturaleza imaginaria. La construcción de la imagen de identidad de un sujeto pasa por la vía de proyección imaginaria. La creación colectiva obedece a mecanismos similares. Soy en mí en la medida que estoy en capacidad de pensarme a mí mismo coma otro. No es posible, claramente ya se ha dicho, el soliloquio si antes no me he fijado el otro en mí para que funcione como base de toda matriz imaginaria. Y entonces no sólo los signos tienen tiempo: el pasado imaginario, el presente real y el futuro simbólico, sino que los signos corresponden a categorías pronominales. Yo, instancia real del sujeto; Tu, emplazamiento imaginario; y El, construcción simbólica.

De esta suerte los psicoanalistas nos han ayudado a comprender que los pronombres personales que nos explicitan los gramáticos y lingüistas tienen que ser estos y no otros, actúan como imperativos existenciales: nadie puede construir un ‘punto de vista narrativo’ que no sea en una de las tres personas marcadas por los pronombres: que están en el lugar del nombre. O sea que la proyección del punto de vista proviene de una categoría más profunda en la estructuración del ‘yo’ como identidad especular. Y si decimos que el ‘yo’ es presente, el ‘tú’ pasado y ‘él’ futuro, entonces instauramos un modo temporal en una acción pronominal.

· LAS METÁFORAS URBANAS:

Según lo anterior la creación social de una vida llevada colectivamente, con sentimiento de lo mutuo, como corresponde a los ciudadanos en cuanto personalidad global, pasa por el ponerse en forma narrativa. La ciudad imaginada precede la real, la impulsa en su construcción. Y entonces pueden proponerse algunos ejes de sentido que he ubicado en calidad de metáforas de ciudad, como fundamento de los croquis colectivos. Así crece la ciudad, así se construye la forma ciudadana, que como tal, como forma, le debe al arte su inspiración. Propongo, cuatro metáforas urbanas en cuyo ejercicio se nos permite comprender la creación de un ‘sentido urbano’ de naturaleza estética: el adentro/afuera; el antes y después; los rizomas urbanos y el corto circuito de miradas.

· ADENTRO, SALGO

Espacio postmoderno que rompe el eje de límite de lo público frente a lo privado. Si bien lo apreciamos en los nuevos ascensores transparentes de ciertas edificaciones ‘post’, quien los usa, expuesto a la mirada pública, no puede verdaderamente sentirse adentro de un lugar. Entramos al ascensor pero seguimos fuera, expuestos al suceso colectivo público

· MEMORIA URBANA

Nos coloca en la dimensión del tiempo. El meollo narrativo de la ‘memoria urbana’. Bogotá nace un día específico: el 9 de abril de 1948, cuando asesinan al gran líder popular Jorge E. Gaitán. Luego de 45 años todos, jóvenes y viejos recuerdan esta fecha. La recuerdan aún los que entonces no habían nacido. Bogotá nace de un mito: si Gaitán no hubiese muerto no viviríamos la angustia diaria de la violencia, no estaríamos atravesados por el imaginario de violencia política que nos carcome día a día a los colombianos. La memoria urbana se hace de fisuras que marcan el antes y el después. Cualquier acontecimiento fuerte, el terremoto de la Ciudad de México o la caída de Collor de Melo en Brasil y de Carlos Andrés Pérez en Venezuela nos precipitan a la fractura ciudadana. La memoria individual y social se hace de referencias. LOS

· RIZOMAS URBANOS

Los centros urbanos se están perdiendo. El historiador R. Fishman habla para Estados Unidos y afirma que el 45% de sus habitantes viven hoy en día en callejones alrededor de ciudades como Nueva York o Chicago. La unidad de esta nueva ciudad norteamericana ya no es la calle, medida en bocacalles, sino el corredor de crecimiento hecho por el automóvil. Si a principios de siglo Londres o Berlín medían quizá 250 kilómetros cuadrados, las nuevas ciudades largas, largueros, pueden medir hasta 3 ó 4 mil kilómetros. En su interior todos los elementos se han agrandado en la misma proporción. Y qué decir de ciudades como México o São Paulo. Para ellas se habla de explosión, de cataclismo, de no retornos. O de apocalipsis como lo entona el escritor C. Monsivais. Megalópolis de increíbles gigantismos que impiden por naturaleza una representación global y céntrica dice N. García-Canclini y prefiere referirse a circuitos entre fronteras en sus culturas híbridas.

Deleuze, Guattari y junto a ellos Eco, proponen el rizoma en el que cada calle puede conectarse con cualquier otra. Se carece de centro y periferia y no hay salida pues son potencialmente infinitos. De ahí que el rizoma se exalte como lugar de conjeturas. Los rizomas serían en propiedad las figuras imaginarias para abordar los laberintos simbólicos de las zonas urbanas latinoamericanas. se lleven sus pertenencias.

· TODOS NOS MIRAMOS

En este caso destacamos los cuerpos de los ciudadanos expuestos a la mirada pública. Hoy más que nunca, como consecuencia de las tecnologías y el incremento de las medidas de control, el capturar por la mirada al otro, en estado de ilegalidad ética, cuando no social, se convierte en una estrategia que interioriza el ciudadano que se sabe mirado. La figura del panóptico de Foucault viene bien al caso: se nos mira, tenemos conciencia de ello, pero no sabemos cuándo, ni quién, ni desde dónde. Se recuerda la famosa frase de Perón cuando en uno de sus célebres discursos afirmó: «el hombre es bueno, pero es mejor si se le controla».

El mayor ojo urbano de todos, la televisión, nos hace ciudadanos frágiles a la mirada pública. Pero también el supermercado, en la compra con dinero plástico o en la transacción bancaria. La democracia nos abre posibilidades pero a su vez nos controla. El corto circuito de miradas alude a una condición de control que viene en aumento tecnológico en las ciudades de América Latina.

una ciudad se hace por sus expresiones. No sólo está la ciudad sino la construcción de una mentalidad urbana. La vida moderna va metiendo todo en un ritmo, en un tiempo, en unas imágenes, en una tecnología, en un espacio simulado, para indicar los espacios de ficción que nos atraviesan a diario: las vallas, la publicidad, el graffiti, los avisos callejeros, los publick, los pictogramas, los cartelones de cine y tantas otras fantasmagorías.

Por último, una ciudad se autodefine por sus mismos ciudadanos y por sus vecinos o visitantes o por los medios de comunicación arrolladores.

Sostengo que la construcción de la imagen de una ciudad en su nivel superior, aquel en el cual se hace por segmentación y cortes imaginarios de sus moradores, conduce a un encuentro de especial subjetividad con la ciudad: ciudad vivida, interiorizada y proyectada por grupos sociales que la habitan y que en sus relaciones de uso con la urbe no sólo la recorren sino la interfieren dialógicamente, reconstruyéndola como imagen urbana.

De este modo la ciudad puede proyectarse como un cuerpo humano, con sexo, corazón, miembros, pero también con sentidos: huele, sabe, mira, oye y se hace oír. Son atributos que deben ser estudiados en cada ciudad, comparando una con otra o cada una dentro de sus fragmentaciones territoriales o sus impulsos hacia la desterritorialización internacional, que no significa algo distinto que instaurar otro cuerpo simbólico que impregna al primero. Decir todo eso, preguntarnos bajo algunas circunstancias sobre las construcciones simbólicas, la paradoja de si estamos adentro o afuera de la ciudad, sobre su color o su construcción mediada, preguntar lo que estamos interrogando, no es menos importante que descubrir las figuras geométricas de plano, cerrada, montañosa, o alta y baja. Son definiciones nacidas del uso social.

Hay pues, representaciones colectivas que nacen de la geometría, pero también las hay provenientes de la construcción física del espacio o, igualmente, de un mundo cromático de color urbano, o de símbolos vernaculares, o de un cambio en los puntos de vista urbanos. Deben nacer así los imaginarios urbanos de América Latina, para saber comprender qué nos hace a nosotros seres urbanos de este continente. Las estrategias de representación son distintas en las culturas, como lo serán en las distintas comunidades urbanas. De este modo hablar de ciudades continentales no lo será en cuanto hablar de abstracciones imposibles sino de un patrimonio cultural, histórico, social, que accede a encuentros simbólicos que hacen semejantes unas con otras.

La imagen de una ciudad, pues, no es sólo la fotografía de cualquier esquina, sino el resultado de muchos puntos de vista ciudadanos, que sumados como se suman las cuentas imaginarias, no la de la teneduría de libros de una empresa contable, esto es, sumando no para agregar sino para proyectar fantasías, dan como resultado que una ciudad también es el efecto de un deseo que se resiste a aceptar que la urbe no sea también el otro mundo que todos quisieran vivir. Y también el que viven y desean que así sea. O para decirlo con el diccionario del gran Borges, que en esto de cuentos imaginarios en cualquier momento salta a la vista. Se trata del estudio y proyección de la otra ciudad: ella misma…

La condición estética de la ciudad, pues, exige su estudio desde el ciudadano. No hay ciudad-arte, si no es desde el ciudadano. Las formas de la ciudad por sí mismas conllevan un ritmo y una percepción ciudadana, mas sólo cuando ellas se interiorizan y pasan a formar parte de un patrimonio psíquico, sólo allí la ciudad se hace imaginada y puede verse como creación estética colectiva. Como se habrá comprendido me he interesado por estudiar una ciudad que no está afuera sino adentro. En la mente de los ciudadanos.

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